En Cerdeña, la medicina convencional se ha desarrollado con muchas dificultades debido a la sociedad agropastoral, a su posición geográfica y a su historia. Antes de la Segunda Guerra Mundial, los pueblos no tenían médicos (los pocos que había, tenían que visitar cada pueblo sólo cuatro veces al año, así que era imposible para la gente confiar en ellos cuando se ponían enfermos) y se curaban con métodos caseros que existían desde siglos.
Con los cambios económicos y culturales de los años Cincuenta, la medicina convencional ha alcanzado a ser algo cotidiano, confiable y seguro, aunque la población sigue curándose con éxito a través de remedios tradicionales y no científicos.
Las enfermedades eran percibidas como una condición de desequilibrio y también como momento de reflexión sobre “algo que no estaba bien”, tanto ansiedad, demasiado trabajo, como un gran dolor, etc. El Mal era llamado “sa tentatzione mala” (mala tentación) y se debía tener alejado de los cuerpos con una serie de protecciones específicas.
La enfermedad misma era vista como la intención del “sa tentatzione mala”
de poseer al afectado debilitándolo y llevándolo a la perdición. El
ataque se manifestaba como desequilibrio (enfermedad) y se desarrollaba
empezando desde el físico y llegando hasta el alma.
Siempre la enfermedad era concebida como una advertencia de que algo no iba muy bien y se debía arreglarlo lo antes posible.
Las curanderas no podían recibir dinero en cambio de sus prestaciones, porque su actividad era algo de predestinado, “su donu” (el dono), y no se debía pedir dinero para algo que no le había costado nada.
La actividad de cura se podía delinear en: investigación (por medio de
rituales), diagnosis, experimentación (empírica) y compartición de la
experiencia de cura (codificación de la terapia: dosis, secuenciación,
fases...).
En la investigación
era muy importante la actitud de la curandera en la comunicación con el
afectado, que le confesaba ansiedades y dolores profundos. Esta
indagación terminaba solo cuando la curandera individuaba la causa del
mal y sus síntomas.
Durante la diagnosis
era fundamental encontrar la verdadera causa del malestar, que no
siempre era la más evidente: no era suficiente curar un dolor de barriga
si no se comprendía qué lo causaba (gastritis nerviosa, colitis,
intolerancias alimentarias,...).
La experimentación de la cura
consistía en probar en el enfermo las terapias ya usadas con éxito en
otros enfermos, pero nunca se había la certidumbre de que sería eficaz.
Esto se debe a que las personas son diferentes en actitud hacia la vida
y hacia la muerte, influyendo muchísimo en la curación.
Curar
significaba más que nada “gestionar” la enfermedad, para después
encontrar el conjunto de hierbas y elementos necesarios para la terapia.
Por
ejemplo, para curar la bronquitis se ponían sobre el pecho compresas
calientes de semillas de lino cocidas o de polenta caliente. Otro
remedio era la inhalación de menta poleo hervida.
Además, para curar el dolor de cabeza se preparaba una tisana de flores de melisa y manzanilla en partes iguales.
La
medicina popular sarda está caracterizada no solo por prácticas
empíricas sino también por “mágico-terapéuticas”. De estas últimas, la
más conocida es aquella para curar el mal de ojo.
El mal de ojo (“ogu pigau”) se manifiesta con muchísimos síntomas: dolor de cabeza, de barriga, fiebre, agotamiento, etc. que no se consigue curar con los fármacos. Este puede venir dado de manera voluntaria o involuntaria, por efecto de la envidia o de la admiración de alguien que tiene el poder de aojamiento a través de su mirada (directa o incluso mental).
Para anularlo, es necesario que el aojado vaya a una “prática” (curandera) que tenga las capacidades de hacer la “meixina de ogu” (ritual de cura). Este ritual varía de pueblo en pueblo, pero siempre se suele rezar “brebus” (oraciones) y usar agua y aceite (o sal gruesa, granos de trigo...) para averiguar si la persona está afectada realmente del mal de ojo. El ritual se repite hasta que se corta este mal.
Existen varias protecciones para evitar el aojamiento y los más comunes son:
El mal de ojo (“ogu pigau”) se manifiesta con muchísimos síntomas: dolor de cabeza, de barriga, fiebre, agotamiento, etc. que no se consigue curar con los fármacos. Este puede venir dado de manera voluntaria o involuntaria, por efecto de la envidia o de la admiración de alguien que tiene el poder de aojamiento a través de su mirada (directa o incluso mental).
Para anularlo, es necesario que el aojado vaya a una “prática” (curandera) que tenga las capacidades de hacer la “meixina de ogu” (ritual de cura). Este ritual varía de pueblo en pueblo, pero siempre se suele rezar “brebus” (oraciones) y usar agua y aceite (o sal gruesa, granos de trigo...) para averiguar si la persona está afectada realmente del mal de ojo. El ritual se repite hasta que se corta este mal.
Existen varias protecciones para evitar el aojamiento y los más comunes son:
-
“Su Coccu” (llamado también “Pinnadeddu” o “Sabegia”, según cada
pueblo), o sea un amuleto hecho de plata y de una piedra negra
(antiguamente se utilizaba la obsidiana)
o coral o ambos. Es de forma redonda y simboliza el ojo bueno que se
opone al ojo malo y su función es salvar a la persona que lo lleva. Si
se rompe quiere decir que se ha evitado una desgracia. En general se
pone dentro de las cunas de los recién nacidos y también lo utilizan las
mujeres, porque son las más “aojadas”.
- El “ojo de Santa Lucia”, es decir, el opérculo de una concha de moluscos marinos del género Astraea que
se suele encontrar en las playas sardas. Su forma recuerda un ojo y por
eso se opone al ojo malo protegiendo a quien lo lleva.
- También es frecuente llevar una pulsera u otro objeto de color verde.
FUENTES:
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